En una celda de 2 metros por 2 metros la peste de la letrina invadía el pequeño lugar; con colores entre amarillentos y verdes, como si fuese una escuela de gobierno de zonas rurales, una reja por enfrente y dos paredes en los extremos fueron mi morada por más de 11 horas el pasado viernes 22 de mayo.
Tras un choque por alcance en vía rápida oriente, a la altura de Mezaninne, donde se crea un "cuello de botella", de tres carriles a dos, me impacté con un Ford Probe 94. Apresurado bajé del coche para ver a la víctima, éste yacía sobre el asiento de su coche prácticamente tirado en él. Se quejaba de un dolor en el cuello y lloraba como un niño. Haciéndome responsable del accidente le pedí que nos arregláramos entre nosotros para que no tuviera que intervenir las fabulosas autoridades, éstos andan en casos más interesantes que el nuestro, dejemos que sigan cumplir con su deber y continúen con su trabajo. El joven accedió. Le sugerí que nos aparcáramos en la zona donde no obstruyéramos el paso y de igual forma accedió. No habían pasado ni 5 minutos cuando un perito se estaciona detrás de nuestros coches y manda llamar a la ambulancia. Le expliqué el accidente detenidamente, le expuse que había sido culpa mía y que ya nos habíamos arreglado entre nosotros, fue inevitable, ni tardo ni perezoso, me quitó las llaves de mi coche y me ordenó que me subiera a su patrulla para llevarme a la delegación La Mesa, mientras que al joven una ambulancia nueva tipo europea lo trasladaba a la Clínica 20 para examinar lesiones.
El perito parecía una caricatura salida de un cómic de Condorito, con unos casi dientes completos, un casi cabello en la cabeza y un casi cuerpo por masa corporal. No sé bien qué estudios tenía pero hablar con las S en verbos en pasado en la segunda persona singular era su toque final para ser toda una caricatura del mexicano:
-Tú tivisteS la culpa-
De la vía rápida a la Delegación habremos hecho quizá unos 5 minutos en llegar, parecía que era yo el accidentado y que s patrulla era la ambulancia, esquivando coches, cometiendo infracciones viales logramos llegar a la Delegación.
Me hizo pasar a un cuartito pequeño donde dos peritos más, una secretaria bastante obesa que sudaba a chorros por el calor de la mañana, y 4 personas de un accidente previo, me hizo sentar en una silla recargado a la pared donde colgaba un enorme mapa de la ciudad bastante obsoleto, en la parte inferior se leía aún:
Zona El Refugio (Proyecto)
Esperé ahí un par de horas escuchando los alegatos de gente que provocaba un accidente, el vocabulario florido y folclórico de cada uno de las autoridades, tal parece que para pertenecer a esta dependencia deben hablar incorrectamente, pero sobre todo utilizando las S como ya lo mencioné.
Al corto tiempo llegó un amigo del accidentado, diciéndome que no me preocupara, que el joven estaría bien, que aún estaba en la Clínica 20, pero que nomás saliera vendría a otorgarme el perdón para que pudiéramos arreglar las cosas nosotros como habíamos previsto.
Era día de catorcena para estos trabajadores a lo que, después de enfadarse en perito de jugar cartas en la computadora, y viendo que no llegaba el accidentado, se paró y me dijo con un tajante "vámonos", que le siguiera. Le expliqué que no estaba procediendo de acuerdo a mis derechos y al arreglo que el joven y yo habíamos quedado.
-Me vale madre, yo tengo que cobrar, es quincena y tengo muchas cosas que hacer, no puedo perder mi tiempo, así que te entregaré al M.P. y que ellos se encarguen de ti, yo, me lavo aquí las manos.-
No me quedó otra cosa más que atender a lo que la autoridad me obligaba. Muy amable me abrió la puerta de la patrulla y me hizo pasar, en ese momento logré hacer una llamadas a familiares y amigos para que me ayudaran con esta situación.
Desde que estaba en la vía rápida un gran pequeño amigo me dijo lo que debía hacer, estuvo conmigo en la Delegación aunque no lo pude ver, el radio y el celular dieron la función que debían tener.
Camino al M. P. logré contactar a un tío que le enteré de todo lo acontecido, detalle a detalle, sabía que una vez llegando ahí me privarían de cualquier vía de comunicación con el mundo exterior.
Al llegar al M.P. de la central camionera me hicieron pasar con la doctora en turno para que levantara el acta de mi ingreso y revisara mis signos vitales. La doctora tampoco fue la excepción la fabulosa S en cada verbo en pasado de la segunda persona del singular. Lo más que llegó a hacer es tomarme el pulso y preguntarme por qué mis pulsaciones eran tan delgadas y controladas. De ahí me llevaron a la parte de atrás donde están las celdas, un joven arrancherado me recibió y me hizo una serie de preguntas que anotó respuesta en mi acta de ingreso: Edad, fecha de nacimiento, lugar de nacimiento. Entregó una copia al perito y éste se retiró para nunca más volver a saber de él.
Previo a las celdas me pidió que me quitara cualquier tipo de cordón que trajera conmigo. Yo llevaba mi mochila con mi material de clase, computadora, libros, listas, etc.
-¿Qué trais en la mochila?-
-Mi computadora-
-¿Oye y esa entra a internet?-
Supuse que su pregunta llevaba una segunda intención, no era para saber si yo podía acceder en la celda, sino para poderla utilizar en lo que yo estaba adentro.
-No, necesita de una contraseña especial-
-mmm- gimió, -¿trais celuar?, no puedes entrar con él.-
-No, sólo el radio-
Recordé que me habían platicado que muchos entran con el celular a escondidas, para mi fortuna, el celular lo traía en la parte interior del saco que portaba.
-Aquí dice que te aísle, no entrarás con los malandros, ¿trais algo más?-
Se dio cuenta que traía cigarros y me los quito, dijo que sería una competencia para él allá adentro, bien a bien o ingenuamente no entendí el comentario, así que se los tuve que dar.
Cuando recién llegué, las celdas olían a Clorox penetrante, abrió una de las celdas que daban justo a la entrada principal y me metió en ella. A mi derecha una celda mayor, que debiera ser para máximo 4 personas estaban ya 8 adentro. Las otras dos celdas de mi izquierda estaban vacías. Ahí me quede, esperando lo que pudiera pasar, sabía que por lo menos ahí podía estar 48 horas, después sería procesado para la penitenciaria del municipio, si nada tuviera solución.
A los diez minutos el mismo hombre arrancherado entró a las celdas ofertando la venta de cigarros, fue ahí donde caí en cuenta sobre la competencia, llevaba en su mano izquierda mi cajetilla que ahora vendía a los demás. Cada cigarro costaba 10 pesos, cuando se aproximó a mi celda me preguntó si yo no quería uno, le respondí que no llevaba dinero conmigo.
-Ah no se preocupe, oiga, estos eran de usted, pa que vea le voy a regalar uno.-
A escondidas logré enviar un mensaje desde mi celular a Xuxo, Crosti, Vladimir e Ibaram, explicando lo que me había pasado por si acaso ellos me podrían ayudar en algo. Además de mi tío, Vladimir fue de los primeros en llegar y el único en poderme ver para entregarle mi mochila y lo que llevaba conmigo.
Ahí pasé horas, cada vez más y más "delincuentes" llegaban a las celdas, que, inhumanamente todos eran metidos en la misma de los 8. Al cabo de la noche 22 reos estaban en la celda de quizá 4 por 4. Ahí conocí la otra cara de los delincuentes, hasta el más agresivo se vuelve un cordero entre los que estamos en el mismo lugar, al menos eso me tocó vivir, al cabo de unas horas ya era llamado como el profe, me hablaban con respeto y me hacían preguntas de todo tipo. No me puedo quejar de esas nuevas amistades que forzadamente me imponía la vida, sin embargo, fue una experiencia grata convivir con este tipo de gente.
La peste siguió toda la tarde y toda la noche, bien puedo imaginar que era de todos los días. En la esquina de la celda un retrete cuadrado, sucio, viejo, oxidado esperaba los desechos naturales de nuestro organismo.
A las 3pm llegó el almuerzo para nosotros, tortas con una peste a perro muerto, yo cedí la mía, no tenía nada de hambre, lo que menos quería era comer para no tener que defecar en esa cosa. Por atención de mis amigos y familia no me puedo quejar, a partir de las 4pm empezó a llegar comida y bebida. Primero mi tía me mandó un café esspreso doble, como tanto me gusta, acompañado de un bagel, el bagel lo regalé, el café que me supo a gloria lo saboreé por largo tiempo. Después llegó un combo de Carl's Jr que Xuxo y Crosti me habían enviando, más tarde una torta y un refresco en bolsita como cuando era niño. Nada de eso quise comer, todo lo regalé a los otros reos, cosa que no dejaban de agradecerme y más aún en respetarme.
-Ojalá se quede más tiempo, profe, para que comamos bien- me dijo uno de ellos.
Al llegar la tarde noche, como a las 8pm me hice a la idea que sólo me bastarían pocas horas para irme a la penitenciaría. No sabía nada, no sabía que pasaba. Desde ese momento comencé a imaginarme la vida allá y me puse a pensar en lo que haría mientras estuviera encarcelado. Seguiría con mis lecturas, mandaría pedir todos mis libros, me pondría a escribir, investigar y seguir instruyéndome para no sentir que moría de tristeza.
Llegada la noche, un convoy llegó con tres encapuchados a las celdas. Eran tres jóvenes de aproximadamente 22 años, los soldados los habían agarrado en un reten, al hacer la revisión habían encontrado un arma. Lo más impactante fue el trato que les dieron a estos jóvenes, los trataron peor que animales. Los golpeaba el que pasara junto a ellos, no sólo los soldados, sino cualquier ministerial, trabajador o empleado del M.P.
A uno de ellos, lo hicieron que se desnudara completamente, una vez desnudo con un artefacto de choques eléctricos le daban toques en los testículos, espalda y nuca. Ninguno de los tres mostraron resistencia, mucho menos vociferaron nada en contra de estos cerdos. Después de meterlos a las celdas, por separado, se los fueron llevando uno a uno para interrogarlos, hasta mi celda se escuchaban los alaridos de estos jóvenes que seguramente eran maltratados por estos lacras.
Aún no puedo entender como la gente puede dormir y roncar en estas situaciones, ya en la madrugada, la mayoría de los detenidos dormían, yo no podía dormir sólo de pensar lo que podría pasar el día de mañana.
En eso de la 1:30am fue por mí en arrancherado para llevarme a declarar, finalmente. Salí a la sala principal y pude ver a mis tíos, mi primo, mis amigos. Ahí me di cuenta de la gente que me quiere, de los que saben que un amigo se conoce en la cárcel y en la enfermedad. De mi familia me ha quedado más que claro en repetidas ocasiones, sé que puedo contar con ellos por el amor que me tienen. Me di cuenta que éstos, los que ahí estaban, siempre habían sido mis verdaderos amigos: Xuxo, Crosti y Vladimir.
El rostro se me iluminó al verlos, me sentí tranquilo, sabía que alguien estaría ahí, pero no sabía bien a bien quiénes serían, además de mis tíos.
Una vez frente al secretario en turno, al abogado de oficio y al Ministerio Público se me disponía a tomar mi declaración cuando el sistema se cae.
La M.P. al verme me trató como todo un caballero, casi, casi se desvivía en atenciones, lo que supe más tarde fue que por su culpa no me habían dejado salir antes. El joven se había presentado para otorgar el perdón ya por la tarde noche, a lo que esta mujer le persuadía para que no lo hiciera.
En fin después de una hora esperando al sistema que regresara, lograron tomar mi declaración y dejarme libre.
Salí del M.P. a las 2:20am
Tardé un par de segundo para distraerme y chocar y 11 horas en ser liberado.
Vaya sistema el que tenemos en el gobierno!