domingo, 25 de octubre de 2009

Porque una soledad más otra soledad hacen una soledad más grande

A Víctor Robles Lizárraga
Gracias por compartir tu soledad

En la tempestad de estos tiempos donde el nihilismo impera en la gente, nos vemos tentados a conseguir lo primero que pase y nos agradé para no sentir más esa soledad que nos agobia y nos aniquila. Sin embargo, no pasa aún tanto tiempo en que muchas de las veces nos sentimos más solos con alguien que sin ellos.

Y me pregunto entonces ¿qué es la soledad?
Hemos concebido la soledad como una etapa de la vida, que bien puede durar un largo tiempo, o bien jamás se escapa de ella. Pensamos en primer instante que la soledad depende mucho de no tener a alguien contigo, y vamos por la vida buscando quien llene ese vacío. La realidad es otra. En este caminar, en esta búsqueda nos topamos ante nosotros mismos y nos percatamos que la soledad, además de ser un estado del ser humano, es algo que necesitamos para seguir construyendo ideas, para ir valorando pasados olvidados y para llorar las nostalgias futuras.
Bajo esta premisa de pensar que alguien más hará que la soledad no se sienta, nos vemos aferrados a no querer estar solos físicamente y buscamos y buscamos y buscamos, hasta encontrar lo que llegue.
Pero ¿qué sucede cuando llega?
Sentimos por un instante que esa soledad que aniquilaba se esfuma en el momento, pero sólo en el momento porque después es peor que antes, te das cuenta que estás entre la gente y te sientes igual o peor de solo, que tienes a alguien que está a tu lado y te sientes olvidado. La soledad vuelve a su estado habitual y no hay como rechazarla. ¿Cuántas veces no hemos experimentado eso, de tener al alguien y aún seguir sintiéndote solo?
Es que la soledad no la llena nadie, es cuestión de uno, es cuestión de aceptarla y vivir con ella, sentir que la soledad es y debe ser parte de tu vida para lograr satisfacer nostalgias olvidadas. Vemos a la soledad como algo negativo, cuando en realidad debiéramos verla como algo positivo en nuestras vidas, y aunque esta premisa no me hace sentir mejor, al menos me da el ánimo de seguir desarrollando una querencia para ella.

La soledad de dos
Una mujer se maquilla en el espejo mientras que el hombre se cambia de ropa en la recamara, ninguno habla, ninguno se ve a los ojos, el silencio como de costumbre y la costumbre en silencio. Cada uno encerrado en su propio mundo, llevan tiempo de novios, de esposos, de amantes. Ambos se jactan de tener una pareja con quien comparten la vida, pero ambos, a la vez, viven en su eterna soledad, donde sólo se hablan lo necesario, donde sólo se miran lo justo.
Desde que se conocieron y los dos decidieron estar juntos para dejar a la soledad a un lado, se dieron cuenta que la unión los separaba más, que no era dejar la soledad sino unir dos soledades; aquí es donde las matemáticas se equivocan porque una soledad más otra soledad no suman dos soledades sino una tremenda e inmensa soledad.

La soledad de uno
Una mujer o un hombre se sienta al comedor vacío con su cena servida, ve al rededor las sillas vacías, el sonido silencioso, la oscuridad de su casa y un plato que rebosa de comida deliciosa. Se pregunta qué hace ahí, solo, comiendo sin compañía. Comer solo es lo más triste, porque termina la cena y no hay con quién seguir la sobremesa, el tiempo se agota y decide dormir su siesta. La rutina es igual cada día, levantarse, ver el reloj, entrar en la ducha, cambiarse, desayunar, salir al espectáculo de la vida laboral, sonreír a todo cuanto pase por enfrente, trabajar, salir del trabajo y esperar a que se cocine una rica cena que consumirá solo en el comedor inmenso de su casa.

La soledad es la misma pero no igual, es decir, la soledad es soledad en una y otra, pero no es igual sentirte solo cuando sabes que lo estás y no hay vuelta de hoja, al sentirte solo cuando sabes que está alguien ahí a tu lado, pero es que es eso solamente, alguien ahí a tu lado, un maniquí más, un adorno más, que después de un tiempo siempre se le tiene aprecio por ver lo mismo todos los días. Pero esa extraña sensación de soledad jamás se borra, jamás se va, jamás se olvida.

En esta ocasión no sé que ofrecer como conclusión, como receta médica, como consejo, sólo puedo decir que estar solo te hace llevar una llaga por dentro que nunca sana, y que cuando encuentras a alguien más lo único que deseas es que desaparezca esa herida como por arte de magia. La soledad no es para todos, hay quienes la aceptamos y hay quienes que todavía no.