jueves, 4 de marzo de 2010

LA OTREDAD LOS SILENCIOS DEL MIEDO

Es común encontrarnos con gente que no sabe decir la verdad, que no entiende el valor de hablar y expresar lo que siente, aquellos que no se atreven a decir verdades falsas, falsas verdades, o sólo verdades.

¿Por qué la gente teme hablar?

A menudo vamos por la vida expresando lo que somos de alguna manera u otra; algunos lo hacemos con detalles, otros con palabras, a través de un poema, una canción, un cuento; otros a través de un abrazo, un beso, una mirada, un apretón de manos. Sin embargo, cuando implica el sentimiento la gente acostumbra a callar, a no responder, a no saber qué decir, porque por lo general sólo pensamos en hacer sentir bien al otro y preferimos callarnos.
Es común que en los funerales demos un abrazo y no haya necesidad de palabras, pero ahí está la expresión máxima de "estoy contigo". Un apretón de manos cuando admiras a alguien por lo que es, por lo que hace. Cuando llegas a un sentimiento mayor, llámese de amor, algunos nos atrevemos a escribir cosas que quizá otros llamen cursilerías: poemas, cuentos, canciones. La expresión del sentimiento en cualquiera de las situaciones, siempre, como mínimo, esperas una respuesta que vaya más allá de un simple "gracias", y por lo general la gente termina en silencio.

¿Cómo debe uno interpretar eso?, ¿el que calla otorga?, ¿la prudencia ante todo?, ¿es mejor no saber lo que puedan decir porque sabes que te podrá herir cuando no eres correspondido? y cuando lo eres, ¿estás dispuesto a escuchar algo que no esté a tu nivel de máxima expresión?
No, en realidad sólo buscamos una respuesta, la más honesta, la más sincera, una que te deje satisfecho sabiendo que has hecho lo correcto en expresar tú lo que deseas.

Afortunadamente hemos nacido bajo una lengua madre que es exquisita en todos los sentidos, un vocabulario donde puedes encontrar las palabras adecuadas para decir lo que sientes en ese momento, cuando el otro sufre una pérdida, cuando te alegras por alguien, cuando admiras a ese alguien, cuando te declaras todo en amor hacia el otro, cuando tu amigo llora y cuando tu amigo ríe. Pero es común que nos callemos cuando algo nos ataca el sentimiento, es decir, cuando la muerte de ese ser querido llega a su vida, no sabemos qué decir, y utilizamos las frases establecidas de la sociedad: "estoy contigo; lo siento; te acompaño en tu pérdida; etc."
¿Qué sucede cuando le declaras tu amor a ese alguien? Incluso muchas veces cuando sí eres correspondido la reacción del otro será instantánea y dirá lo mismo que tú pero con sus palabras, el otro se expone y expresa lo que también siente. Y qué decir cuando de igual manera te declaras ante el otro y expresas tu amor, tu sentimiento a sabiendas de no ser correspondido y lo único que esperas es eso, que te digan a los ojos que no lo eres, pero no, todo termina en silencio, la gente calla. Callamos por miedo a herir el sentimiento del otro, pero, ¿que lo más correcto no sería expresar lo que NO sientes, lo que NO quieres, lo que NO te mueve?
Nos da miedo hablar y expresar contrario a lo que el otro siente y preferimos buscar en el silencio las palabras perfectas que el otro pueda imaginar, pero no nos damos cuenta que esos otros no son adivinos, que no llevan un turbante aunque tengan toda la apariencia.
El lograr utilizar las palabras y saberlas utilizar adecuadamente, lamentablemente no es para todos. Es curioso ver que somos hispanoamericanos que no sabemos emplear el discurso apropiadamente, no sabemos ni cómo, ni cuándo, ni qué decir.

¿Por qué les cuesta tanto trabajo a los otros expresarse?
Razones habrá muchas, pero la más grande de todas y la que más repudiamos muchos de nosotros es el miedo, miedo a no querer decir las cosas y preferir callar. Ese miedo no es más que un simple mecanismo de defensa.
Regreso al evento donde uno le expresa al otro, que no le es correspondido, su amor, siempre es grato y agradable saber que existe alguien que exprese maravillas de ti y por ti, nos gusta sentirnos queridos por otros, aunque no sea de nuestro total agrado, aunque no nos llame nada la atención del otro. Hablar en su momento y decir: no te puedo corresponder, no me interesas, no quiero nada, no busco nada contigo, etc., es difícil porque estás esperando seguir siendo el objeto de deseo, se llama ego, preferimos callar y que siga vertiendo su sentimiento en nosotros aunque no nos diga nada respecto al otro, aunque nunca podamos sentir lo que siente. Se prefiere que se siga inflando el ego y que continúe con sus cursilerías porque al final de cuentas, si estás solo, sabes que al menos en el mundo hay alguien que te expresa lo que siente por ti. Es una forma muy cómoda y muy egoísta, porque el que sí expresa se queda con la incógnita de lo que hay en la mente del otro. Lo único que ocurre es que terminamos por expresar ese sentimiento, lo asilamos, lo oprimimos, lo calcinamos y confinamos a lo más profundo de nuestro corazón para no volverlo a expresar. Si el otro es un poco más inteligente sabrá que habrá perdido la dicha de escuchar cosas sinceras, de escuchar y sentir un sentimiento puro y gratuito que no busca nada, sólo unas palabras de alivio, unas palabras honestas. Lamentablemente sabrán que ha dejado de ser ese objeto de deseo y que ahora están como antes, solos, esperando que aparezca otro, y de preferencia el que sí sea correspondido para volver a escuchar unas palabras amables.

Cuando algo nos agrada lo decimos, de alguna manera u otra, hagamos lo mismo cuando algo no nos agrade, y digamos lo que realmente sentimos, es preferible saber lo que pensamos a imaginar lo que no pensamos y nunca decimos.