A Susana Plascencia
El “amor” va y viene, pero siempre buscamos podernos encontrar con ese alguien que nos haga sentir vivos, y es ahí donde nos preguntamos, cuando creemos haberle encontrado, qué es mejor, en cuestiones de amores, elegir con el corazón o con la cabeza.
Si pensamos que el amor existe como un concepto único realmente estamos muy equivocados y terminaremos por hacer del amor una utopía. Estoy de acuerdo que cada persona habla desde la subjetividad propia, desde su propia experiencia, para algunos el amor puede comenzar desde un abrazo, un ramo de flores, un momento con tu pareja en el cine, un silencio prologado que no molesta; pero, ¿realmente, qué es el amor?
Si al momento de sabernos frente al otro reconocemos esa parte que nos atrae, que nos llama, que nos hace sentir libres, luego, luego, por mero sentimentalismo acabamos por pensar que eso es amor. Es ahí donde caemos en el error, si nos dejamos llevar por un SENTIR, el idilio terminará más rápido de lo que creemos; terminará por ser sólo una forma y no un fondo donde podamos realmente comprender la magnitud de lo que representa. Considero que realmente hemos sobrevalorado la palabra amor, la queremos encontrar como receta en cualquier persona: agrega un poco de cariño, dos, tres gotas de pasión, un tanto de deseo, y listo, el amor aparece en tu plato para ser devorado por las primeras bocas que lo prueben. El amor no es una receta mágica, ni unos pasos a seguir para tener a la persona que deseas tener. En cuestiones del corazón, para saber elegir correctamente a la persona indicada, es necesario dejar a un lado el sentimiento y realmente PENSAR.
Sé que mucha gente estará en contra de esta premisa, pero si lo vemos desde el punto de vista donde queremos en realidad tener a alguien a nuestro lado y poder ser nosotros lo que los demás necesitan, entonces es necesario pensar con la cabeza y no sentir con el corazón.
Dentro de una cultura como la nuestra, donde el amor lo hemos reducido a satisfacciones que el corazón siente, encontramos entonces que no es amor lo que une a alguien con otro, sino algo que se le llama costumbre; el corazón se acostumbra a sentir bonito, a sentirse agradado por halagos, cumplidos, roces, palabras, etc., pero entonces, a eso lo reducimos, a hacer del amor una costumbre. Si nos pusiéramos a pensar detenidamente lo que deseamos elegir en nuestras vidas, en cuestiones del amor, entonces estaríamos seguros que sería duradero, un amor sin principio ni fin, sólo un amor como base y ejemplo de nosotros mismos.
Y es que lo entiendo perfectamente, nos cuesta trabajo llevar al amor a una idea pensada, porque entonces somos vistos como gente fría, sin sentimiento, que calcula cada paso y decide dónde comenzar y dónde acabar. ¿Y no es eso lo más honesto, dejar claras las cartas sobre la mesa y dejar que también el otro lo piense y lo decida?
Desafortunadamente no pensamos en las consecuencias que existen el SENTIR amor por alguien, y terminamos creyendo que eso es amor. Creer no es lo mismo que pensar, creer es sentir, sin razón válida ni argumento, pensar es crear y razonar una serie de ideas que te lleva a formular argumentos que validen tu forma de pensar. El pensar te lleva a ver a futuro lo que estás dispuesto a vivir, lo que deseas vivir, y no comenzar por dejarte llevar a ciegas por un sentimiento que, en pocas ocasiones, perdura. Si nos ponemos a observar a nuestro rededor las parejas que conocemos, podríamos asegurar que más de 80% de ellas, sienten el amor sin razonarlo; y sí, es verdad, uno no decide cuándo enamorarse de alguien, eso lo sientes, pero sí podemos decidir si continuar o no, si cumple con nuestras expectativas o no, de acuerdo a la idea que nos hemos formado de ello. Sin embargo, el corazón no debe ni puede decidir, sino nuestra cabeza para saber lo que es bueno para nosotros de acuerdo a lo que nos hemos formado como ideología.
El saber dónde estamos parados y hacía dónde vamos, nos permite pensar en frío y decidir por una cosa u otra. El pensar a quién amar, nos hace estar en el lugar indicado para él o para ella, pero sobre todo para nosotros. Creo que ahí radica la inteligencia de saber escoger a la persona indicada para uno. Eso sí, siempre y cuando sepas qué es lo que quieres para ti y lo que estás dispuesto a dar. Muchas veces creemos que sabemos lo que queremos, y al “sentir” ese amor nos dejamos llevar, y no dudo que el tiempo invertido valga la pena, que nos hagan sentir bonito, y nosotros a los demás, pero ¿para qué?, ¿para que no dure lo suficiente y terminemos doliéndonos por los rincones?, las cosas hay que saberlas definir por su nombre, desde un me gustas, un te quiero, un te amo, sabiendo plenamente que lo que estamos haciendo es lo correcto. Más vale decir adiós de una buena vez y sin resentimiento, que maldecir mil veces pidiendo que se largue la gente de nuestras vidas porque lo que sentíamos ya no es igual, porque no lo pensamos, nos dejamos llevar sintiendo solamente.
Igual que en la religión, nos han enseñado a no pensar, muchas veces la gente cree que hablar de amor es como hablar de dios, un acto de fe, una creencia, donde no puedes ni debes pensar, y la cosa no es así, tanto en la religión como en el amor debemos aprender a pensar muy bien las cosas para saber elegir, ya sea que elijas seguir creyendo, seguir sintiendo que existe un dios, no es igual que pensar lo que deseas elegir para después poder sentir al máximo el amor. En eso estoy de acuerdo, primero hay que pensar en cuestiones del corazón, saber elegir y entonces sí, poder vivir al máximo el sentimiento de amar y ser amado.
Una analogía muy simple: “Creo que va a llover”, existe la posibilidad que llueva o no, pero igual lo sientes, igual que “creo en dios”, existe la posibilidad que para ti exista o no, simplemente lo sientes. No es lo mismo, sé que va a llover porque lo has comprobado de mil formas, sobre todo razonando, cuando ves el cielo encapotado y la humedad del tiempo; de la misma manera es el amor, sé que es amor, porque lo puedo razonar de acuerdo a mi experiencia y a lo que busco; y no el creo que es amor porque lo siento. El amor no debe comenzar por un sentimiento, sino por un razonar que lo lleve al sentimiento. Es la forma más correcta para que no nos duela cuando uno de los dos se enamora y el otro no.
Y tú, ¿Ya pensaste lo que has elegido?, o simplemente lo has dejado como un acto de fe sintiendo amor y no razonando.