martes, 19 de julio de 2011

PENSAR O SENTIR

A Susana Plascencia


El “amor” va y viene, pero siempre buscamos podernos encontrar con ese alguien que nos haga sentir vivos, y es ahí donde nos preguntamos, cuando creemos haberle encontrado, qué es mejor, en cuestiones de amores, elegir con el corazón o con la cabeza.

Si pensamos que el amor existe como un concepto único realmente estamos muy equivocados y terminaremos por hacer del amor una utopía. Estoy de acuerdo que cada persona habla desde la subjetividad propia, desde su propia experiencia, para algunos el amor puede comenzar desde un abrazo, un ramo de flores, un momento con tu pareja en el cine, un silencio prologado que no molesta; pero, ¿realmente, qué es el amor?

Si al momento de sabernos frente al otro reconocemos esa parte que nos atrae, que nos llama, que nos hace sentir libres, luego, luego, por mero sentimentalismo acabamos por pensar que eso es amor. Es ahí donde caemos en el error, si nos dejamos llevar por un SENTIR, el idilio terminará más rápido de lo que creemos; terminará por ser sólo una forma y no un fondo donde podamos realmente comprender la magnitud de lo que representa. Considero que realmente hemos sobrevalorado la palabra amor, la queremos encontrar como receta en cualquier persona: agrega un poco de cariño, dos, tres gotas de pasión, un tanto de deseo, y listo, el amor aparece en tu plato para ser devorado por las primeras bocas que lo prueben. El amor no es una receta mágica, ni unos pasos a seguir para tener a la persona que deseas tener. En cuestiones del corazón, para saber elegir correctamente a la persona indicada, es necesario dejar a un lado el sentimiento y realmente PENSAR.

Sé que mucha gente estará en contra de esta premisa, pero si lo vemos desde el punto de vista donde queremos en realidad tener a alguien a nuestro lado y poder ser nosotros lo que los demás necesitan, entonces es necesario pensar con la cabeza y no sentir con el corazón.

Dentro de una cultura como la nuestra, donde el amor lo hemos reducido a satisfacciones que el corazón siente, encontramos entonces que no es amor lo que une a alguien con otro, sino algo que se le llama costumbre; el corazón se acostumbra a sentir bonito, a sentirse agradado por halagos, cumplidos, roces, palabras, etc., pero entonces, a eso lo reducimos, a hacer del amor una costumbre. Si nos pusiéramos a pensar detenidamente lo que deseamos elegir en nuestras vidas, en cuestiones del amor, entonces estaríamos seguros que sería duradero, un amor sin principio ni fin, sólo un amor como base y ejemplo de nosotros mismos.

Y es que lo entiendo perfectamente, nos cuesta trabajo llevar al amor a una idea pensada, porque entonces somos vistos como gente fría, sin sentimiento, que calcula cada paso y decide dónde comenzar y dónde acabar. ¿Y no es eso lo más honesto, dejar claras las cartas sobre la mesa y dejar que también el otro lo piense y lo decida?

Desafortunadamente no pensamos en las consecuencias que existen el SENTIR amor por alguien, y terminamos creyendo que eso es amor. Creer no es lo mismo que pensar, creer es sentir, sin razón válida ni argumento, pensar es crear y razonar una serie de ideas que te lleva a formular argumentos que validen tu forma de pensar. El pensar te lleva a ver a futuro lo que estás dispuesto a vivir, lo que deseas vivir, y no comenzar por dejarte llevar a ciegas por un sentimiento que, en pocas ocasiones, perdura. Si nos ponemos a observar a nuestro rededor las parejas que conocemos, podríamos asegurar que más de 80% de ellas, sienten el amor sin razonarlo; y sí, es verdad, uno no decide cuándo enamorarse de alguien, eso lo sientes, pero sí podemos decidir si continuar o no, si cumple con nuestras expectativas o no, de acuerdo a la idea que nos hemos formado de ello. Sin embargo, el corazón no debe ni puede decidir, sino nuestra cabeza para saber lo que es bueno para nosotros de acuerdo a lo que nos hemos formado como ideología.

El saber dónde estamos parados y hacía dónde vamos, nos permite pensar en frío y decidir por una cosa u otra. El pensar a quién amar, nos hace estar en el lugar indicado para él o para ella, pero sobre todo para nosotros. Creo que ahí radica la inteligencia de saber escoger a la persona indicada para uno. Eso sí, siempre y cuando sepas qué es lo que quieres para ti y lo que estás dispuesto a dar. Muchas veces creemos que sabemos lo que queremos, y al “sentir” ese amor nos dejamos llevar, y no dudo que el tiempo invertido valga la pena, que nos hagan sentir bonito, y nosotros a los demás, pero ¿para qué?, ¿para que no dure lo suficiente y terminemos doliéndonos por los rincones?, las cosas hay que saberlas definir por su nombre, desde un me gustas, un te quiero, un te amo, sabiendo plenamente que lo que estamos haciendo es lo correcto. Más vale decir adiós de una buena vez y sin resentimiento, que maldecir mil veces pidiendo que se largue la gente de nuestras vidas porque lo que sentíamos ya no es igual, porque no lo pensamos, nos dejamos llevar sintiendo solamente.

Igual que en la religión, nos han enseñado a no pensar, muchas veces la gente cree que hablar de amor es como hablar de dios, un acto de fe, una creencia, donde no puedes ni debes pensar, y la cosa no es así, tanto en la religión como en el amor debemos aprender a pensar muy bien las cosas para saber elegir, ya sea que elijas seguir creyendo, seguir sintiendo que existe un dios, no es igual que pensar lo que deseas elegir para después poder sentir al máximo el amor. En eso estoy de acuerdo, primero hay que pensar en cuestiones del corazón, saber elegir y entonces sí, poder vivir al máximo el sentimiento de amar y ser amado.

Una analogía muy simple: “Creo que va a llover”, existe la posibilidad que llueva o no, pero igual lo sientes, igual que “creo en dios”, existe la posibilidad que para ti exista o no, simplemente lo sientes. No es lo mismo, sé que va a llover porque lo has comprobado de mil formas, sobre todo razonando, cuando ves el cielo encapotado y la humedad del tiempo; de la misma manera es el amor, sé que es amor, porque lo puedo razonar de acuerdo a mi experiencia y a lo que busco; y no el creo que es amor porque lo siento. El amor no debe comenzar por un sentimiento, sino por un razonar que lo lleve al sentimiento. Es la forma más correcta para que no nos duela cuando uno de los dos se enamora y el otro no.

Y tú, ¿Ya pensaste lo que has elegido?, o simplemente lo has dejado como un acto de fe sintiendo amor y no razonando.

viernes, 24 de junio de 2011

A UN SALTO DE LUJURIA

Todo mundo creía en su inocencia, la veían tan dócil, tan inocente con su carita de ángel que no podían imaginar que ella misma hubiese cometido una atrocidad como tal. Cuando la encontraron en el lugar de los hechos, antes de auxiliar al moribundo, corrieron los policías a auxiliarla a ella, le pusieron una franela encima para protegerla del frío de aquella madrugada; le ofrecieron un vaso con agua, un pedazo de galleta que alguno de ellos traía escondido entre su chamarra; el otro, incluso, se quitó su pantalón para que ella no estuviera desnuda; mientras que el moribundo iba dando sus últimos suspiros al viento con media yugular abierta por la que drenaba litros y litros de sangre; líquido viscoso que tenía un mal olor. Cuando recibieron la llamada de unos de los vecinos, sobre el escándalo en la casa contigua, los policías salieron pacientes, sin urgencia, como era su costumbre, creyeron que de nuevo era un chisme magnificado de la vecindad donde siempre salían estas ventajosas injurias; llegaron al lugar, y desde la entrara se percataron de un olor penetrante, un olor entre mierda y huevo podrido, un olor que desde que se respiraba se quedaba clavado en la parte superior del cerebro para jamás olvidarlo, éstos lo atribuyeron a la sangre, ¿qué más podría ser si el salón donde se encontraban estaba completamente vacío, y ella completamente desnuda y bella como para pensar siquiera que ella era la que despedía tan fétido hedor?

Desde que vieron al hombre tirado bocabajo en el suelo, casi desnudo, sólo le cubría sus partes íntimas con un pedazo de tela de lo que había sido el vestido de ella antes del atraco; tirado ahí lo patearon, le escupieron y lo dejaron desangran hasta morir, era más fácil dejarlo morir que hacer lo posible para que viviera y esperar a que alguna ambulancia llegara a salvarlo, hicieron lo que todo hombre común haría: acabar de una vez por todas con el maldito que había querido ultrajar la integridad de semejante mujer. Frente al cuerpo tirado los dos se jugaban la partida al golpearlo, queriendo impresionar a la hembra que los admiraba de reojo, alguno de ellos debía recibir el gran premio, un premio tan merecido que sólo ella podía otorgarles. Ambos se pavoneaban y tiraban carcajadas al aire para ser admirados por aquellos ojos tan dulces y bellos.

Al poco tiempo ella se incorporó con cierta seguridad que jamás se haya visto, mucho menos de alguien que acaba de ser ultrajada de semejante manera. Se puso de pie, se quitó el pantalón que uno de los policías le había prestado, se quitó también la franela de encima y quedó completamente desnuda frente a los ojos de estos hombres que babeaban cual cerdos en celo; en sus ojos, de los policías, se tornó la mirada del deseo y la lujuria; sus cuerpos reaccionaron al momento irguiendo su masculinidad tan pequeña, tan diminuta que no fácilmente podía satisfacer a cualquier mujer. Ella volteó a verlos, les hizo un gesto provocativo y subió lentamente las escalinatas que la llevaba a alguna recámara, o al menos eso fue lo que ellos, tiempo después declararon ante el juez.

A cada uno les fue presentando el gran premio que debía otorgarles: el sexo. Después de un buen rato llegó el detective, examinó el cuerpo que yacía en el piso sobre un charco de sangre, analizó cada una de las escenas del crimen, dibujó en su mente un crimen pasional; aún no daba con el móvil cuando vio bajar al par de policías con cara de estupefactos, asustados, sin saber qué decir o cómo comportarse, permanecieron en silencio, sin emitir sonido alguno, sólo escuchaban las palabras del dictamen que iba determinando el detective.

Ambos policías fueron condenados a 50 años de prisión, a ellos se les inculpó del crimen que se había cometido, bajo ninguna circunstancia se podía imaginar que hubiese sido ella la que lo hubiera matado. Cuando rindieron declaración el par de oficiales, ambos tenían vergüenza, jamás en su vida se habían sentido tan sucios de sí mismos. Cuenta la declaración que cuando ambos subieron al dormitorio de aquella mujer no supieron más de sí mismos, todo era completamente oscuro y cuando fue tiempo de bajar a recibir al detective, los dos se encontraban abrazados el uno al otro, declarando una escena de sexo sin límite entre ellos que jamás se les hubiera ocurrido; la mujer jamás estuvo presente, ni siquiera supieron dónde fue que estuvo, toda la acción sexual supusieron que había sido ella la del encuentro, pero cuando el detective llegó, ella estaba exactamente en el mismo lugar, igualmente desnuda, igualmente bella y atraída por esa singularidad que le caracterizaba.

El detective también estuvo a punto de caer en la trampa de esa mujer, pero se resistió; esposó a los policías, y a ella la subió a su coche para llevarla a la comandancia. En la comandancia ella misma ante el juez, se declaró culpable de haber matado a ese hombre, pero el juez no le creyó, pensó que por alguna extraña razón ella estaba protegiendo al par de agentes. En realidad había sido esa belleza tan definida, tan exacta la que le otorgó la salida fácil del juicio.

En la penitenciaría, de vez en vez, los dos expolicías se ven aún a escondidas detrás de los baños para recordar esa insólita experiencia, que si bien no había sido amor, sí había sido un salto de lujuria que los perseguiría toda la vida. Cada vez que se veían a hurtadillas, un fétido olor emanaba de sus cuerpos, un olor a deseo, a pasión, a carne contra carne desenfrenada. De ella jamás se supo nada, impune, como debió haber sido ante aquella belleza de una perfección tan exacta.

viernes, 17 de junio de 2011

A LA BUENA DE DIOS

Agazapado sobre la maleza de aquel lote baldío acechaba a su próxima víctima, esperando el momento oportuno para salir de su escondite y atacarle como era ya su noble costumbre tantas veces entrenada y siempre satisfecha. Mientras esperaba que el siguiente transeúnte recorriera sus dominios pensó un poco, o al menos eso quiso hacer, pensar. Hacía tanto que no pensaba que le incomodaba la sola idea de tener una idea que pareciera “razonar”. -¿Por qué la gente se la vive pensando?- se dijo en voz alta, tapándose enseguida la boca para que nadie descubriera que por ahí estaba escondido, supuso que se podía vivir sin pensar, no siempre lo que uno cree que piensa es realmente utilizar el raciocinio, muchas veces es sólo eso, creer, donde el creer no tiene fundamento alguno más que el de una corazonada que no tiene explicación alguna pero que le hace sentirse, por un corto instante, seguro de sí mismo. Así estaba él, esperando su víctima en lo que se cuestionaba si creer o pensar era lo correcto. Quiso esquivar la sola idea, y comenzó a contar, a ciegas, las hojas muertas que caían de un árbol seco que le servía como techo en ese momento, pero terminó pronto, sólo alcanzó a contar no más de 360 hojas que iba apachurrando con sus manos cuando las dejaba caer al piso sucio y árido de esa noche sin aliento. Después continuó en querer arrancar la maleza que le protegía de ser visto por alguien más, hasta que se dio cuenta que él mismo se descubría y dejaba de tener ese valor inherente de poder asustar a quien atravesara ese rincón del pueblo. Alzó la vista al cielo queriendo adivinar las horas que transcurrían con el brillo de las estrellas, pero para su mala suerte no había estrellas en el cielo, se avecinaba una tormenta y las nubes cubrían su horario. Echó dos o tres suspiros al viento, dándose cuenta de su sonido, tapó su boca, no fuera a ser que a esa hora y todo en silencio alguien le descubriera antes de su atraco. Si estaba en cuclillas terminó por sentarse en el suelo, no podía ensuciarse más de lo que ya estaba, así que ignoró el recuerdo como conciencia de su madre cuando le regañaba y le obligaba a que, por ningún motivo, ensuciara la ropa que le había puesto. Y ahí en su silencio, de pronto, creyó escuchar unos pequeños pasos que se aproximaban, escuchaba el crujir de la hierba y se dispuso a salir a su encuentro, trataba de ver entre los matorrales y arbustos muertos, y nada, no podía ver el dueño de aquellos pasos que se aproximaban con mayor intensidad hacia él, no supo ni en qué momento pero comenzó a tener miedo. ¿Miedo él?, pero cómo podría tener miedo alguien que ha sabido sobrevivir asaltando a cuanta víctima tuviera a su alcance.

Trató de pensar de nuevo, en su miedo, pero recurrió a lo más fácil, creer que sólo era un frío que lo hacía temblar. No supo ni cómo, ni en qué momento pero algo tremendamente enorme se acercó a él por la parte de atrás, esa cosa posó sus extremidades sobre sus hombros, por la espalda, lo que le hizo quedarse inmóvil, pávido; sintió como la sangre comenzaba a acelerar su paso por su cuerpo, y cómo sus cabellos hirsutos se crispaban. De pronto pensó, o al menos creyó, en echar a correr como lo hacían sus víctimas cuando él se acercaba a ellas con cara de maníaco, pero no pudo, estaba completamente paralizado, además de no sentir respuesta en sus piernas por la mala posición que por mucho tiempo habían estado igual. Entonces sí, pensó que lo ideal era pensar, pensar en todo menos en ese momento. Pensó cómo le hacía la gente cuando llegaba a sus casas después de ser sorprendidas por él, -¿será así que la gente sale ahora con pánico y no quiere volver a cruzar ese lugar donde fue atracada?-, en ese momento él mismo se convertía en una víctima de algo que no sabía qué forma tenía, ni siquiera lograba adivinar las extremidades finas y definidas que sentía en su espalda. Quiso por vez primera pensar en dios, pero no le sirvió de mucho, por más que existiera o no, en ese momento no esperaba su socorro divino venido de lo alto justo para salvarlo, entonces supo, en ese momento, que dios no era real, al menos no para él, era sólo una creencia antigua de débiles mentales que necesitaban sentir algo, no pensar, sino sentir, y él, lo menos que quería era sentir, sino pensar y saber que debía salir ileso de esa ocasión tan única en su vida, no como cuando su madre lo agarró a taconazos cuando, a su escasa edad de 12 años, llegó tantas veces borracho a la casa; no era que a la madre le molestara que llegara borracho, ella misma era una borracha, le molestaba que no se emborrachara con ella y que prefiriera a sus amigos. En muchas de esas ocasiones creyó en dios, esperaba el rescate divino bajado del cielo en un trineo como de Santa Claus pero más bonito y sin renos, sino con caballos de luz y ángeles, y no, nunca llegó nada en su auxilio frente aquella escena de su madre enloquecida. Pues justo esta vez también sería igual, nada le podía rescatar, por más que siguió los pasos que planteó su catequista tantas veces de niño, de calmarse, de relajarse y pensar en dios, simplemente no pudo, nada en ese momento le tranquilizaba, al contrario, cada vez que pensaba en dios no sabía si temerle más a ese ser inexistente o ese maléfico engendro que se apoderaba de él en la parte de atrás. Fue entonces cuando toda la maldad de dios o del demonio, que son la misma cosa, dejó caer su ira y lo destruyó por completo, de ser el hombre más buscado del pueblo, el maleante, el malandro por excelencia, pasó a ser un cadáver al amanecer, muerto de miedo, de su propio miedo por el hacedor de la oscuridad que ahora se apoderaba de él sin dejar de quitar sus extremidades de su espalda. Sólo sintió cómo algo cálido y viscoso le rozó la oreja, suficiente para morir de miedo.

A la mañana siguiente le encontraron muerto entre la maleza totalmente arrancada. Sus manos estaban sucias, su cara, todo él. La gente lo reconoció y supo que era el mismo que había asaltado tantas veces a tanta gente, pero con toda la devoción de sus dioses, se quitaban el sombrero posándolo sobre su pecho para persignarse y darle el último adiós a su enemigo, todos: jóvenes, mujeres, niños, hombres de edad; todos sin excepción lloraban la muerte sin llanto de aquel don Nadie, sólo a lo lejos, cuando la gente se iba se escuchaba el llanto de un animal lastimero, un perro que yacía a su lado, el mismo que lo encontró la noche anterior y que lo mató de miedo. Justo cuando el animal había encontrado un amo, éste lo abandonaba como otros tantos, a la buena de dios, y lo dejaba de nuevo solo. No le quedó más que guardar luto a los pies de esa su tumba humilde que nadie más quiso edificar ni una cruz, pues no era un hombre de dios, muchos menos de los de ellos.

martes, 15 de febrero de 2011

¿ACTIVISMO O EXHIBICIONISMO GAY?

En los albores del siglo XXI, en un país donde el narcotráfico, la corrupción, la prostitución, las muertes y el sistema jurídico es el pan de cada día, saber de grupos activistas en pro de la homosexualidad es irrisorio, o mejor dicho, es totalmente surrealista.

Desde hace un poco más de 20 años, el activismo homosexual se ha hecho presente en Baja California, sobre todo en la ciudad de Tijuana: la ciudad con mayor índice de gente homosexual, gente que se les arrebata sus derechos a diestra y siniestra; gente con mayor índice infectada con HIV, etc., nuevos grupos surgen y otros desaparecen por la poca o nula participación de gente comprometida con un activismo social.

¿Qué es lo que realmente está sucediendo con estas propuestas?, ¿qué es el activismo?, ¿por qué crear un activismo frente a grupos vulnerables y separar a los homosexuales de ese grupo?

En todos los ámbitos hemos querido copiar de otros países la forma de reclamar al gobierno y a la sociedad, y así mismo nos hemos inventado nuestro tan peculiar activismo social en pro de la homosexualidad, de los transgéneros, de los bisexuales, de los intersexuales, de las lesbianas.
En un análisis austero de estos activistas se puede percatar que todo se reduce al un desfile gay en las calles más escondidas de la ciudad para exhibir gran parte de la sociedad que ella misma rechaza y discrimina. Es como el niño que hace un desfile de reproche en el patio de su casa porque su mamá le ha prohibido jugar vídeojuegos.
El activismo en Estados Unidos, por ejemplo, va desde la exhibición de personas con inclinaciones y fetiches diversos, hasta la gran propuesta que tienen como la de reclamar sus derechos como ciudadanos, como individuos, donde gran parte de organizaciones sociales y asociaciones civiles apoyan tal reclamo por los derechos, entre ellos firmas de abogados, clínicas de atención de VIH, doctores, padres de familia que apoyan la libertad de elegir de sus hijos, universidades, institutos, religiones o sectas, sociedad en general; cuando a su vez vemos la escasa participación de la sociedad en el activismo en Tijuana, ¿pero, qué hay para ofrecerles a la sociedad?, ¿un desfile de reinas de carnaval con temática homosexual en carros alegóricos, música de iconos que sólo ellos disputan como reinas del pop o del ambiente, ganadores de certámenes de Mr. Gay, o Miss Gay, ciertas ponencias que se reducen a declararse homosexuales frente a la comunidad que los escucha, y culminar con un festival artístico que en sí es lo único loable que pueden ofrecer a la comunidad?

Considero que han olvidado que ser un grupo que se discrimina por la sociedad al hacer este tipo de eventos es exactamente lo mismo, autodiscriminarse con plena conciencia para salir a las calles y hacer ver que son discriminados, sí, pero caen en la misma retórica de lo que rechazan y reclaman a la gente. En ese caso, ¿por qué no salir a las calles y hacer un activismo en contra de los gordos, los feos, los morenos, los discapacitados, los pobres, los incultos, los chaparros, etc? No concibo la idea de salir a la calle a gritar tu preferencia sexual, es como salir a la calle y gritar su preferencia de música, de alcohol, de literatura, porque es igual, la gente sigue siendo discriminada por escuchar tal o cual música, por beber tal o cual tipo de alcohol, por leer tal o cual literatura. Antes de hacer un activismo gay en las calles a escondidas de la gente; es decir, no solamente en la calle Revolución sino en Zona Río, en Bulevar Aguacaliente, deberían protestar por no ser tomados en cuenta como individuos ante la ley y ante lo social, con sus garantías individuales y demás; ¿por qué no salir todos uniformados que note la gente que están unidos y no sólo en este tipo de eventos anuales? El activismo en Baja California, en especial en Tijuana se ha vuelto un exhibicionismo en toda la extensión de la palabra. ¿Dónde quedan las mesas de trabajo para una toma de propuestas sociales en pro de grupos vulnerables y no en específico de GLTBI?

Afortunadamente se ha gestado un nuevo grupo con ideas revolucionarias en estos menesteres, los llamados COCUT que es una organización que no sólo se reduce a GLTBI sino a género y grupos vulnerables, esperemos que la calidad de este grupo sea tan fructífera como debe ser, que dé a Tijuana una imagen de la homosexualidad no como una preferencia sexual, sino un estilo de vida que la gente elige. Sólo esperamos que no se reduzca a "Hola yo soy fulanito de tal y soy gay", y reclame su aceptación; sino que sigan con sus propuestas ante la cámara de diputados que reclamen los derechos de quienes son perseguidos; pero eso sí, que la imagen que den ante la sociedad sea la de individuos con una calidad humana y una educación que demuestre que detrás de esas vidas no hay más que ellos mismos, no más una preferencia sexual, no más un estigma, no más un estereotipo cultural.

Si logran erradicar el estereotipo cultural del típico gay, donde la sociedad no vea al que prefiere tal o cual cosa en lo sexual, sino al obrero, al maestro, al abogado, al estilista, al cajero de un banco o de un súper mercado; a la secretaria, a la burócrata, a la directora de una primaria, a la alumna; al individuo social, entonces, y sólo entonces estaremos frente a un verdadero activismo social sin tinte alguno de preferencias sexuales.

martes, 11 de enero de 2011

EL VERBO SE HACE POESÍA

REFLEXIONES SOBRE MI ESCRITURA


Siempre me han cuestionado sobre mi escritura, en qué pienso, cómo me inspiro, cuándo escribo, para qué escribo, qué es poesía, por qué le llamo poesía a lo que hago, etc. Muchas respuestas me vienen a la mente y puedo contestar a todas ellas.

Para mí el escribir tiene que ver con una forma de desahogarme, una forma de expresar en palabras escritas lo que no puedo de forma verbal. Escribo desde el deseo, desde la pasión que me provoca ese deseo de expresar a alguien en particular las cosas que siento y pienso. La inspiración versa en ello, voy construyendo a mis personajes a la medida de mis posibilidades, en ellos me recreo, me administro como ente enamorado, romántico y un tanto cursi para declarar lo que pudiera declarar si existiera. Por lo general acostumbro a escribir cuando me lo propongo, puede ser a cualquier hora del día, en cualquier instante, no necesito esperar a que las musas hagan su labor, creo que cuando uno decide escribir las musas son permanentes, no podemos darnos el lujo de dejarlas ir así como así, sino apreciar su valor para poder expresar lo que vamos construyendo sobre la marcha.

El inconsciente se apodera del deseo o el deseo de éste, es una relación simbiótica que hace crear la escritura, pero hay que estar conscientes de lo que uno desea expresar, no expresar sólo lo que viene a la mente con palabras que sólo uno entiende. Hay que escribir para los demás, es la única forma en que el poeta puede hacer valer su poesía, su trabajo artístico. Siempre he detestado a los que dicen que sólo escriben para sí mismos, eso sólo denota el miedo a la crítica, no están habituados a que la gente decida si le gusta o no, y es tan válido que les guste o lo rechacen, aún en el rechazo habrá encontrado el poeta una crítica por ser leído. Uno debe escribir para sí, claro, pero también para los demás. A mí me gusta que los demás sientan lo que yo siento, que vivan a través de mis palabras lo que ellos viven en sus vidas. Dibujo a pincelazos leves pequeños fragmentos de vidas ajenas y deseos de la mía, es ahí donde el lector y el poeta conviven, en un mismo personaje, el nombrado o el que nombra. La poesía se crea para ser leída no para guardarse en los armarios del pasado, donde se empolvan y envejecen, hay que considerar la posibilidad mínima que a alguien le guste tu trabajo.

La poesía marca un inicio, una etapa, un encanto de lo cotidiano, la forma en que uno lo expresa es donde radica la maravilla del arte como tal. Para crear poesía se necesita disciplina, lecturas, elaboración de un pensamiento autocrítico que te lleve más allá de lo que a ti te gusta. Hay que saber manejar el lenguaje al antojo del poeta, pero también hay que pensar en el lector, saber que comprende las figuras literarias, los tropos, su sintaxis y sus verdades contenidas ahora expresadas en palabras, aunque carezca de un estudios minucioso de ello. Considero que el desarrollo del poeta va más allá de escribir a diario, más bien va en irse formando como uno de los grandes, aunque en tiempo y espacio uno diste bastante de llegar a semejante cosa, pero no es imposible. Los grandes poetas no nacieron creando poesía, hay poesía buena y hay poesía mala, hay poesía refinada y hay poesía guarra, mucho depende de la subjetividad del lector, pero también depende de la perspicacia del autor para llevar al lector a una subjetividad más concreta, donde la interpretación sea una comunión entre todas las interpretaciones de cualquier lector.

Hoy en día, he considerado que no todo lo que versificamos se puede llamar poesía, no todas las líneas aisladas forman un poema; los poetas jóvenes tienen un potencial magnífico pero mal construido, escriben y plantean ideas muy buenas en una o dos líneas pero no manifiestan el sentimiento que debe evocar la poesía en sí. Lo que considero loable son las ganas de escribir, el hecho de hacerlo, pero no acepto que no se discipline, que no lea, que no busque formas distintas de decir lo que desea.

Mi escritura en particular tiene todos los nombres de todas las personas que han pasado por mi vida de alguna manera u otra; muchos esperados a que se queden, otros esperados a que se vayan, pero ahí están siendo actantes de lo que deseo expresar en la poesía, personajes indomables que me dan el amor y el desamor, el erotismo y el recato. Si pudiera hacer real a mis personajes con cada poema escrito sería el hombre más dichoso porque sabría que al pensarles, al dibujarles serían reales, pero eso es la poesía un ideal entre los ideales, un fantasma entre tus anhelos, un sentimiento entre los tantos ahogados.

Para mí la poesía es parte de mi vida, crecí leyendo a los grandes que evocaron en mí sus propios instintos, sus deseos, sus amores encantados y sus desamores enemigos. Lorca, Hernández, Storni, Benedetti, Sabines, Whitman, Shakespeare, Cernuda, Paz, Parra, Conde, Peri Rossi, Montemayor, etc. Cada uno de ellos me han llevado a descubrir en mí una forma de crear y recrear este sentimiento que me provoca al ser que me le declaro.

Lo triste y tantas veces patético es saber que la poesía está devaluada, que no adquiere valor ni emocional, mucho menos sentimental, que esas líneas escuetas hechas poesía dedicadas a alguien no cobran sentido en ellos, porque no comprenden, porque no desean comprender o quizá porque les parezca tan banal y tan superfluo un amor grabado en letras. La gente no lee poesía, no le gusta la poesía, a muchos les parece cursi a otros aburrido; mientras que hay unos cuantos que sí valoran su arte en sus vidas, pero son los menos.

Al final de cuentas el poeta se termina cuestionando qué hizo mal, en qué falló como poeta para no poder tener lo que siempre ha buscado, por no lograr que un personaje salga de esas líneas y se haga presente, por no encontrar a ese personaje en las calles reales de un abismo en presagio.
Cada vez que escribo un poema expreso para alguien en particular que hasta la fecha no ha sabido leerme, no ha querido leerme, no ha aprendido que antes que un hombre cualquiera soy su poeta.