
El hijo de Mafalda tuvo una reunión en casa donde se dispusieron a recibir cálidamente a una recién llegada del D.F. Entre una rica charla, vino, cerveza, cigarro y cena la diversidad de opiniones iban y venían, y claro entre tanto personaje no pudo faltar alguien en especial a quien queremos todos y que en su momento nos impactó demasiado su forma de pensar, que por nombre le pondré Susanita y por género el femenino y por preferencia sexual heterosexual.

Sentados a la mesa platicábamos sobre cosas del amor y relaciones tormentosas hasta que dimos con un tema que para Susanita le pareció escabro a tal grado de hacerle brincar el escapulario moralista que como buena Susanita porta, (algo de lo que ninguno de los comensales nos habíamos percatado). La mayoría de los ahí reunidos eran homosexuales: hombres y mujeres, y uno que otro heterosexual desbalagado, quizá antes no habría mencionado las preferencias sexuales, pero esta vez todo tiene que ver porque se comenzaba a hablar sobre la sexualidad del hombre y la mujer en una relación heterosexual así como homosexual.
Susanita preguntó si era posible que una pareja de homosexuales utilizaran dildos (consoladores) en una relación sexual entre dos mujeres, que si así sucedía entonces había la posibilidad que la pareja en cierto modo tuviera fijación aún masculina por aquello que el dildo es un pene plástico. El par de amigas dulces, tiernas y muy directas en sus respuestas le explicaron a Susanita que no tenía nada de malo, que hombres y mujeres utilizaran dildos como juego, experimento sexual, que había incluso parejas heterosexuales donde la mujer utiliza un dildo para dar placer a su marido, es tan común como las galletas de animales, y que no por ello se definía el marido como homosexual. Habrá que recordar que el punto G del hombre está en la próstata. La indignación de Susanita fue tanta que no podía entender como estas costumbres se salían del patrón habitual moral. Que mujeres utilizaran dildos entre mujeres, en cierto modo era aceptado porque necesitaban una imagen masculina para poder llegar al placer, pero que un hombre con su mujer lo utilizara y no para satisfacer a la mujer era un verdadera aberración. Se le explicó de mil formas a Susanita que la sexulidad era el experimentar, el buscar nuevos juegos, el innovar diferentes acercamientos, que un dildo no representaba entre mujeres la imagen masculina. Se le puso de manifiesto que se diera cuenta a su alrededor, todo es culturalmente falogocéntrico, la forma de la botella, un cigarro, las torres de las iglesias con sus cúpulas, etc. Sobre pasar los límites convencionales de la sexualidad es tan fuerte para Susanita como llegar a una depravación. Y esto me hizo pensar en lo que aún nos falta por vivir y aceptar del otro. Cuestionó entonces que no podía existir una relación de pareja sana en una pareja de Swingers, también se le explicó que los Swingers sólo buscan satisfacer esa fantasía como un juego sexual, donde no involucran sentimientos sino es meramente el sexo. Creo que causó más asombro para nosotros que Susanita en la vida real fuese hombre homosexual y pensara de tal o cual forma, era difícil de creer. Pero es que también es cultural, nos han metido tanta mierda en la cabeza que no vemos más allá de lo que hay en un cuadrito barato impuesto por la familia, la iglesia, la sociedad. La experiencia sexual va desde el primer encuentro con el otro hasta la fantasía más loca que puedan llegar a realizar. De ahí que me nació un poemita brincaescapularios para todos mis asiduos lectores:
SIN PROTOCOLOS
Hazme objeto de deseo sin convención social
sin tapujos ni moralina
que el escapulario no te brinque
y que cuando esté a tu lado
desees tirarme en cama, alfombra,
sobre la barra o sobre la mesa.
Hazme objeto de deseo que puedas manejar a tu antojo
mientras la lujuria recorre tu mente con mis manos en tu cuerpo
la excitación en mi aire
Hazme objeto de deseo y olvídate de protocolos,
de frases falsas y banales,
átame a tus deseos,
bésame con el escarnio de la pasión,
Saboréame en la supura de la savia
y hazme objeto de deseo.
Que el sexo nos reclame las ganas de copular campanarios
con nuestras lenguas viperinas
y entonces, sólo entonces,
desgarra tus sentidos sobre mí
haciéndome el objeto más sublime del deseo
De tus más perversos anhelos.
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