Desde los tiempos más remotos, la homosexualidad entre hombres y mujeres siempre ha existido, ahí tenemos a las civilizaciones como los griegos que justificaban su homosexualidad de hombre a hombre como el intercambio de poder intelectual, de hombría, de sabiduría a través del coito y la eyaculación; Sócrates, Platón, etc., o bien, la misma conexión sentimental, emocional, íntegra entre las mujeres como Safo de Lesbos, con su poesía al amor por las mujeres.
Anatómicamente se sabe y se conoce que el hombre no está diseñado para cohabitar con otro hombre, lo mismo en la mujer. Cierto es que existen mil y un formas de obtener ese placer, pero el cuerpo en sí fue diseñado para la procreación, de aquí que sale mi cuestionamiento, y a su vez el poder entender por qué el hombre y la mujer homosexual suelen ser más promiscuos e infieles que los heterosexuales.
En un estudio realizado en EU, por el Dr. Satinover, las estadísticas demostraron que el homosexual promedio, (hombre o mujer), tiene 50 parejas al año, mientras que el heterosexual promedio (hombre o mujer), 4 parejas al año. Lo que deduce que el homosexual tiende a no ser estable en relación, por lo tanto infiel.
Considero que el sentido de pertenencia no sólo está enfocado a un lugar donde se establece el ser humano, sino a una persona también. En este caso el homosexual promedio no tiene un sentido de pertenencia entre las parejas sexuales con quien se relaciona. De ahí que comprendo que el homosexual no esté diseñado para una relación estable. Sin embargo, habría la posibilidad de cambiar las estadísticas si realmente logramos que el homosexual concientice sobre su propio ser, quién es, cómo se define ante los demás, no por lo sexual, sino por la esencia del ser. Con esto no pretendo dar clases de moralidad o ética, simplemente un poco más allá de la filosofía, el saber ser como SERES humanos y no sólo como personas o entes sociales.
El diseño no está sólo en lo sexual, sino en la razón y en el sentimiento. Si analizamos a las parejas homosexuales que no están dentro de esta estadística descubriremos que la mayoría de ellas encontraron en el otro su sentido de pertenencia, así como el heterosexual lo encuentra en la relación de ser padre o madre, también el homosexual lo encuentra en la relación de ser pareja.
¿Qué le hace al hombre o a la mujer estar en una relación estable?, ¿por qué es más factible una relación fiel entre los heterosexuales que en los homosexuales?
Muchas de las respuestas pudieran estar en el lector que puede hacer el recorrido de sus parejas y darse cuenta por qué lo hace estar en esa relación, o por qué ha estado continuamente en ese afán de estar con otras por corto tiempo.
La relación interpersonal del ser humano debiera radicar en el sentimiento y en la razón, si uno descubre quién, es automáticamente descubrirá lo que busca y lo que necesita, sin embargo, para muchos ésta es una eterna búsqueda sin fin. El ser homosexual no solamente está en la relación sexual, está también en esa relación sentimental que une a uno y a otro en un mismo complemento, no es buscar la media naranja sino una naranja o manzana entera que complete la idea de lo que se está buscando y no la idea de lo que lo complemente a uno.
Socialmente el individuo se ha apegado a una definición errónea sobre la homosexualidad, tanto que la hemos visto como una discriminación constante entre la gente, la definición no debe radicar en la preferencia sexual, sino en un todo por el todo, es decir, en quién eres como hombre o mujer, y en ese quién eres, estará la definición de tus gustos y preferencias en la vida. Lo mismo será definirse como un hombre que gusta de la literatura, del Rock Clásico, del color amarillo, de los hombres, del buen vino, el buen tabaco, etc., entre todos los gustos está una preferencia sexual establecida pero no lo define sólo ésta, sino el conjunto e gustos que tiene en la vida que lo define como tal, y que a su vez lo hace conciente de ser un hombre normal.
La homosexualidad debiera ser todo un estilo de vida, una ideología, una manera distinta de pensar, de hacer, de sentir, siempre con plena conciencia del ser ante todo. La homosexualidad es una experiencia existencial, así como lo es la heterosexualidad, sin embargo, el individuo se ha supeditado a parámetros establecidos por la sociedad donde no se cuestiona más allá de lo que desea a corto o largo plazo, porque así lo dicta la cultura y la sociedad en la que se desenvuelve, pero deja atrás su reconstrucción individual porque cree que ya la misma sociedad lo ha definido como tal, y en cierta manera lo hace, aunque no sea lo correcto. Cada cabeza es un mundo, cada individuo es distinto a otro, por lo tanto, si el hombre y la mujer comenzara a conocerse, a saber quién es, qué desea, qué busca, entonces tendríamos mejor sociedad sin prejuicios. Muchos de los prejuicios sociales se los debemos a una sociedad retrógrada y anticuada, de “buenos modales y buena educación”, pero eso no está exento del homosexual, también el homosexual tiene y aprende esa educación para la vida, esos valores que desde casa comienzan, el problema es que ellos mismos se segregan, se vuelven una “minoría vulnerable”, y entonces se separen del resto de la sociedad, cuando en realidad, si tomamos en cuenta la premisa anterior, todos somos iguales bajo un mismo sexo, hombres y mujeres, más no por gustos o preferencias, que esto no debe definir al individuo como tal.
El hombre y la mujer homosexual sí está diseñado para estar en pareja, no para la procreación, claro está, pero sí para vivir en armonía, para convivir, para permanecer estable en una relación duradera, para disfrutar de los placeres del sexo, de la pasión, del deseo; el sentido de pertenencia, de pertenecer en una relación, está en la medida en la que sabe ser, se conoce y reconoce ante los demás. Ese sentido de pertenencia está en la relación sentimental-sexual que le hace ser parte del otro, no como medias partes, sino como enteros que comparten la vida como hombres y mujeres.
Satinover, J. (2003). Homosexuality and the Politics of Truth. Grand Rapids, Michigan: Hamewith Books.
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